"Los libros son las abejas que llevan el polen de una inteligencia a otra".

James Russell Lowell (1819- 1891),

poeta y crítico estadounidense





viernes, 11 de diciembre de 2015

EL OLOR DE LA AMAPOLA



—De entre las flores silvestres, la más sencilla y hermosa es la Amapola. Es fuerte. Lo mismo crece entre las mieses que entre los cardos -decía el Lirio silvestre al Cardo Mariano.
—Gracias a Dios que no me ha tocado de vecina.  ¿Por qué no la invitas al baile de graduación?
—Ella te mira a ti. ¿No ves temblar sus pistilos cuando pasas cerca de ella?
—¿Estás de guasa? no podría bailar ni un minuto pegado a sus pétalos. Además, bailaré con la Dalia que me ha hecho un guiño que no puedo despreciar. Tendrás que acompañar tú a la Amapola.
—Parece una contradicción,  pero ¡siempre me toca bailar, con la más fea!
—No te quejes, hacéis una pareja formidable. 

De entre las flores silvestres, la más sencilla y hermosa es la Amapola. Crece fuerte y erguida entre las mieses o los cardos. El Lirio Silvestre la envidiaba y asi se lo manifestaba a Cardo Mariano quien más que envidia era animadversión lo que le hacia sentir. 
Decidieron gastarle una broma para divertirse un rato.  Lirio le insinuó que Cardo Mariano no se atrevia a invitarla al baile de graduación porque se echaba a temblas cuando pasaba cerca de ella. Cardo Mariano le envió una misiva a traves de Dalia, anunciandole que Lirio Silvestre se moria por bailar con ella.
 Amapola, escuchaba a uno y leia al otro. Asentia a cada una de las peticiones y ambos quedaron convencidos de que habian sido aceptados.
Entre tanto, llamó a Cala y a Camomila y formaron un hermoso ramillete que desprendia una hermosa combinación de colorido con el que encandilaron a todos los componentes del baile a quienes no les importaba que ellas, por su insigne composicion no desprendieran olor alguno. 
Cardo Mariano y  Lisio Silvestre, totalmente descoloridos por la envidia y la rabia, aprendieron que no se puede menospreciar a nadie por la carencia de alguna de las cualidades que tienen otros.

viernes, 25 de septiembre de 2015

Los juguetes de hoy




Fuera, ha nevado. Las temperaturas son bajas, y el viento
aumenta la sensación de frío, pero Jesús, esperanzado, continúa
asomado al ventanuco, aguantando las inclemencias que a través
del plástico deteriorado se van colando en la casa.
María, al amor de cocina de leña, prepara la exigua cena
mientras su marido trabaja en el establo. Se avecina una ventisca y
los relámpagos seguidos de truenos alarman a la mujer.
—¡José! ¿Has visto ese destello? José, esta noche se está
desencadenando una gran tormenta, tenemos que resguardar a los
animales de la ventisca ¡José! ¿Dónde estás?
—Mamá escucha, no es una tormenta como la de ayer, solo se
ve centellear una luz en la oscuridad de la noche, no hay ruido de
truenos, vamos a mirar por la ventana a ver qué pasa —comenta
Jesús, que entusiasmado no oía el estruendo de la velocidad de
la luz.
Los vanos están tapados con plásticos, no son transparentes
como los cristales y no se distingue nada, María sigue la corriente
a su hijo.
—¿Dónde está tu padre?
—María, tranquilízate. Hoy ha ocurrido algo extraordinario.—
interviene José—. Los reyes magos han pasado por esta casa, he
salido para darles algo de comer, y puedan seguir su camino.
—¿Los Reyes Magos?, ¿Dónde están? Quiero verlos, ¡son el
gran sueño de mi vida!
—Verás hijo, son Magos y saben que eres un niño muy bueno,
por eso han pasado por aquí para dejarte los juguetes que les
pediste. No puedes verlos porque perderían su magia y no podrían
traerte más presentes.
—¡Pero papá, tengo que verlos! De lo contrario ¡Nunca sabré
como son!
—Tienes que imaginártelos y guardar esa ilusión en tu corazón,
de esa manera siempre los conocerás.
—Mira papá, que paquete tan bonito me han dejado ¡Pero no
hay turrón!
—No, ellos son sabios, saben que has cenado una buena sopa
caliente con una garrita de pollo, por eso te han dejado ese obsequio,
y el turrón se lo han llevado a otro niño que no tenia qué cenar.
—¡Claro papá! ¿Puedo abrir el paquete?
—Consérvalo así hijo, guárdalo con tu sueño.
María contemplaba la escena un tanto apenada. La tormenta
había destrozo el ventanuco y gastaron sus ahorros en repararlo.
Una vez más, tuvieron que sacrificar regalos de reyes.
Jesús, manteniendo su alegría delante de sus padres, recogió el
paquete y con lágrimas en sus ojos, lo guardó bajo su cama, con la
esperanza puesta en el próximo año.

miércoles, 29 de abril de 2015

LA MALDICIÓN




— «Pájaro seas y en mano de niño vivas» -dijo la mujer calé
    Era adolescente cuando escuchó esas palabras. De la boca de una cíngara salieron con la mala saña, con la que fue capaz de pronunciarlas,  por negarle un pedazo de pan que él guardaba celosamente para comérselo con su hermano.
    Las ignoró, no pensó ni un segundo en ellas. Siguió su camino y al llegar a casa, a la vera de la descascarillada mesa, los dos hermanos engulleron el pan duro que le habían dado al pasar por el viejo bar  donde a menudo había ido  a buscar a su padre.
    Creció,  y desarrolló su vida según sus cualidades y  las congruencias que halló en el camino. No fueron pocos los problemas por los que pasó. Moldearon su personalidad y modo de ser, como  pasados por  el mejor crisol.
    Se consideraba amado por su familia, por la que   igual que por su hermano, daba su corazón  sin reservas. Luchó duro pasando por diversos oficios y desiguales empresas. Mejoró su hogar más allá de lo que habían hecho sus padres. Sus hijos aprendieron y se formaron de forma precisa “para que no paséis por donde yo he pasado”  -decía.
    Ya en la madurez comenzó a realizar uno de sus mayores sueños. ¡Viajar!  Y sin prisa pero sin pausa comenzó a conocer su país  y los países de Europa más cercanos, “aquellos a  donde pudiera ir andando” –indicaba.
    Así, llegó a Sevilla. En la plaza principal, una sorpresa le aguardaba. Allí halló a una gitana que se ganaba la vida leyendo las manos de los viajeros, (echando la buena ventura).  Nada más verla, la reconoció. La había olvidado, nunca pensó en ella, pero, aquellos ojos avispados y llenos de vida se le habían clavado en su memoria. Se cruzaros sus miradas y volvió a recordar sus palabras.
     — «Pájaro seas y en mano de niño vivas»
             ¿Se acordaría ella de la imprecación con la que le maldijo años ha? No. Demasiada gente y muchas manos habían pasado por las suyas, y no era posible que se acordara. Pero él, -a pesar de no haberla ni siquiera considerado- le llegó a su memoria como una ráfaga de aire fresco. Le pareció su figura, vivaracha, menuda y alegre. Ya no parecía paupérrima y famélica. Ni mucho menos desesperada. Reflejaba una armonía duradera en la profundidad de sus oscuros ojos. Al escuchar cómo hablaba a sus parroquianos, comprobó que no los maldecía, sino que les predecía buenos augurios. Daba felicidad a las masas que la escuchaban a cambio de unas monedas.
                Y, ahora, pensando en su pasado, comprendió que, de alguna manera, se habían realizado los deseos exasperados de aquella mujer. De forma inesperada, se consideró perseguido por sus ideologías, y recordó los sucesos por los que había pasado a lo largo de su vida. Si, recordó los años de dura faena, de cambios de empresas y dispares oficios que llegó a emprender, sufriendo a los ambiciosos empresarios que oprimían a los obreros, a cambio de míseros salarios. Si, ella lo adivinó, y por primera vez se afligió como un pajarillo en manos de un caprichoso chiquillo. Oprimido y moribundo.
            —¿Adónde vas, foráneo? –escuchó su voz melodiosa.
            —Acabo de percibir que su maldición hizo mella en mí y quiero cambiarla.
        —Nada impide que salgas del pozo de la sumisión. Ahora posees un periodo sosegado, después de las penurias sufridas. La esposa descansa en paz, los hijos han volado a sus nidos. ¿Qué frena que avances hacia un lugar mejor?
            —Me falla el coraje para reiniciar algo nuevo. No sé cómo hacerlo.
            —Solo, ¡desealo!, y lo conseguirás, igual que ocurrió en el pasado.
            —¿Cómo lo sabes?
          —Soy adivina, y muy buena. Deseas mi paz y yo no puedo proveerla, solo uno mismo puede conseguirla. Sigue el camino guiado por las emociones y deseos propios, nunca por los ajenos. Llegarás al final de los días inmerso en una aureola de felicidad como no lo imaginas.
            —No poseo un mendrugo de pan pero puedo ofrecerle…
           —No me des nada. Debo agradecer que hace años no me lo dieras. Aquella hambre quejosa me condujo al hado de mi riqueza.
         Conmocionado, creyó en sus palabras y marchó buscando un nuevo espacio que imaginó era del color del arco iris y se confirió de lleno a su ocaso.

lunes, 13 de abril de 2015

II CONCURSO TARJETA POSTAL (CLUB ESCRITURA FUENTETAJA)







http://goo.gl/Gowm86

 


 

 PENSANDO EN EL FUTURO
 Querida Olvido
En nuestro segundo día en Oporto, durante el recorrido turístico, encontramos esta magnífica librería que ves en el anverso. No te puedes imaginar la belleza y sobriedad de la misma. Estoy segura de que te hubiera gustado verla.
No pierdo la esperanza de que en poco tiempo,  te habrás   recuperado totalmente  y volveremos juntas para que puedas disfrutar de este magnífico país. No dudes que esto es lo que más deseo.
Seguiré enviándote más instantáneas para que puedas  trazar un itinerario a medida de nuestras necesidades y expectativas. Seguro que será un trabajo de campo extraordinario del que sacaremos  un buen partido.
Mientras  tanto, recibe un fuerte abrazo y todo mi ánimo a la vez.
María