A través del teléfono, entre
las pausas de una conversación, se oía a lo lejos el canto de un gallo que,
lejos de parecer el reclamo amoroso hacia las gallinas, sonaba como el grito
imperativo que le proporciona su estatus dentro del corral. ¡¡Qui quiri quiiiiiiiii!!
Pero el segundo canto se
asemejaba más a una desesperada llamada de auxilio. ¿Qué le pasará al pobre
animal? ¿Será posible que una humilde gallinita se lo ponga por montera? Me reí de buena gana imaginando a los dos animales corriendo por el corral.
Terminado mi trabajo me fui
a casa. Me había olvidado de la anécdota totalmente y, como encontré la mesa
puesta y la comida lista me dispuse a comer.
¡Que caldo tan rico y
caliente! Me supo a gloria y me llenó de vitalidad. ¡Al pronto, volví a
recordar la anécdota vivida durante el trabajo! y comprendí que el canto desgarrador del gallo, era una llamada
de socorro que me recordó al pollito amarillo que tuve en mi infancia y que se había convertido en un hermoso gallo
fuerte y peleón. “Es el jefe del corral y se ha ido a cuidar a otras gallinas” ,me
dijeron entonces.